viernes, 13 de septiembre de 2013

El tiempo no es mi amo: la belleza que se nos escapa

Esta mañana, revisaba mi Facebook cuando vi que uno de mis contactos compartía algo sobre un "curso para dejar de ser impuntual". Estaba ligado a un artículo que enumeraba diferentes tipos de personas impuntuales, además de un ensayo psicológico que explicaba por que la gente es incapaz de llegar a tiempo. En lo personal, trato de ser puntual en todas mis citas, eso es un asunto de respetar a otros y su tiempo. Yo misma me he sentido enojada muchas veces por tener que esperar lapsos muy largos. Claro, no estoy exenta de problemas o arranques y no siempre puedo cumplir con eso. En mi país, existe la mal llamada "puntualidad mexicana" la cual implica que las personas siempre llegarán media o incluso una hora tarde. No se aplica siempre, pero por lo general el mexicano tiene la fama de impuntual. Más allá de la función social que nos da la responsabilidad de llegar al sitio acordado a la hora marcada, ese artículo movió una fibra muy sensible en mí. 

Cuando niña, leí dos de esos libros que te acompañan el resto de tu vida y te ayudan a construirte como persona, uno tras otro. Ambos dejaron una huella sumamente profunda en mí, al grado que aún hoy como "adulta" los releo a menudo, me siguen haciendo muy feliz. Además, me dan la impresión de hallar siempre un tesoro en sus páginas. O bien descubro un nuevo detalle en el que jamás reparé o recuerdo una importante lección medio olvidada entre las capas de mi cerebro. Esos dos textos son  "Alicia en el país de las Maravillas" de Lewis Carroll y "Momo" de Michael Ende, el tema (uno entre cientos) que me lleva a hablar de ellos hoy es precisamente el tiempo. 

Alicia va persiguiendo a un conejito blanco de traje y con reloj, como un buen lord victoriano, su peculiaridad es que va tarde, siempre. La reina de corazones no permite retrasos ni fallas, así que el pobrecillo va a la carrera ignorando todo lo demás, sólo piensa en llegar a ese sitio. Recuerdo como me maravillaba al imaginarme que todos los adultos a las carreras eran conejos blancos, también como me aterra darme cuenta que a veces yo también voy corriendo nerviosa, mirando el reloj y me convierto en dicho personaje. Hay quienes dicen el conejo marca una crítica de Carroll hacia la modernización industrial de Inglaterra, esa que prácticamente creó a la clase media y llenó las grandes urbes de oficinistas u hombres de negocios que no eran más que conejillos blancos. Siempre corriendo, pero nunca con tiempo para ellos. 


Momo es una niña con una habilidad inusual para escuchar, pero un buen día los "hombres grises" se apersonan en su ciudad. Trabajan para el "banco del tiempo" y convencen a la gente de ahorrar todo el tiempo posible, pues al guardarlo con ellos les será devuelto con intereses, después. Suena tentador, claro, el problema es que esos hombres consumen el tiempo, se lo fuman en cigarrillos y jamás han tenido la intención de devolverlo. Mientras tanto, la gente se obsesiona tanto con ahorrar el tiempo que suprimen las artes y toda actividad que les parezca un desperdicio de sus valiosos segundos. Como bien explica el libro, al ahorrar tiempo las personas perdían otras cosas, la vida era monótona y gris, más pobre. Guardaban tiempo, perdían todo lo demás.

Uno podría decirse "claro eso sólo pasa en el fantasía", pero yo me remito a las pruebas: el 12 de enero de 2007, Joshua Bell, un violinista muy famoso con reconocimiento internacional, se puso a tocar su  Stradivarius vestido con unos sencillos jeans, una sudadera y una gorra. Todo ello a la hora pico en el metro de Washington, EU. Tres días antes, se había presentado en el Boston Symphony Hall con un lleno absoluto, el boleto costaba unos mil 500 pesos mexicanos (unos 100 euros de ese entonces o 115 dólares, aproximadamente). El concierto en el metro era parte de un experimento del Washington Post: comprobar si la gente está preparada para reconocer la belleza. Los organizadores esperaban que las personas se detuvieran al menos unos momentos para oírlo tocar y lanzaran al estuche del violín al menos 150 dólares.



En realidad, únicamente 27 personas, de las más del mil que pasaron frente a él durante 43 minutos, le dieron algo de dinero. Sólo una mujer lo reconoció y se detuvo a escucharlo, para felicitarlo después. Bell confesó que se sentía extraño al ser ignorado (¿cómo no cuando la gente normalmente paga cientos de dólares por verte?), el violinista incluso confesó sentirse agradecido cuando alguien lanzaba una moneda a su estuche. Expertos entrevistados por el diario dijeron que era un asunto de contexto pues una estación de metro en la hora pico no permite que la gente aprecie la belleza. Bell añadió que recordaba con amargura los peores momentos: al terminar una pieza, nadie aplaudía.

Empero, no todo es negativo, John David Mortensen, un teintañero funcionario del Departamento de Energía de EU, quien confesó que la única música clásica que conoce son los clásicos del rock dijo que aún si no tenía idea de lo que Bell estaba tocando era virtuoso y lo hacía sentir en paz. 

Yo no soy una experta socióloga o psicóloga. Hablo sólo desde mi experiencia propia, entiendo la importancia de medir el tiempo para que esta sociedad globalizada e industrializada funcione. Ya no nos podemos dar el lujo de vivir la vida entre día y noche como nuestros antepasados hacían, sólo contando con los astros. La vida se ha vuelto acelerada, apretada, casi sin espacios, en esta sociedad moderna quien no cumple un horario estricto de trabajo o se la pasa "ocupado" es visto como un anarquista o un inadaptado. No podemos vivir del todo fuera de la sociedad o su ritmo, pero volviendo a Alicia y Momo me pregunto ¿por qué deberíamos entregarles a otros el derecho de decidir qué hacemos con NUESTRO tiempo? 

Estoy de acuerdo en ser puntual porque sé que reclamar el derecho de mi tiempo implica que debo respetar el de otros, incluso el hecho de que la empresa en la cual laboro me "compra" mi tiempo y mano de obra. Pero también creo que la mayoría de mi tiempo me pertenece a mí, así que cuando la belleza se presente, puedo tomar el que necesite para apreciarla e incorporarla a esas cosas que alimentan el alma, como bien dice Ende en "Momo":

“Porque el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón. Y cuanto más ahorraba de esto la gente, menos tenía.” 

Imágenes:
Hombres grises por Sara Solano
Conejo Blanco por H. Kyoht Luterman

4 comentarios:

  1. Gracias por hablar de Momo! Es un libro tan hermoso, con eso del tiempo que es vida y la vida reside en el corazón... cuenta un montón de verdades.
    A veces me preguntan si hay algo que no me gusta de mi trabajo, porque saben que lo amo entrañablemente... y justo, lo que me desagrada es tener que estar atada al reloj, con horarios exactos que deben cumplirse a rajatabla, no sólo por una cuestión de organización sino porque, al trabajar con menores, la legislación impone el concepto de "responsabilidad civil". Durante el horario de mi clase, soy civilmente responsable por la integridad de mis alumnos, por ello (y por la mala utilización del recurso, que puede originar demandas legales...) debo "controlarlos", el horario se tiene que respetar a como dé lugar... lo que a veces encorseta la tarea del docente...
    Por eso es tan importante tratar de defender el tiempo que genuinamente es de uno, y poder compartirlo con quien uno quiera, o haciendo lo que nos hace felices...
    Me impactó mucho el experimento del violinista... para pensar, ¿verdad?
    Un abrazo, gracias por detenerte a tratar estos temas tan vitales...

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    1. Sí, el experimento nos deja pensando cuantas veces hemos dejado pasar de largo la belleza por no tomarnos unos momentos. También me parece muy curioso el testimonio del violinista, es como ver que él da por hecho-por ser un artista- que la belleza encandila, detiene el tiempo y no siempre es así.
      Creo que hay personas -me incluyo- que no estamos hechas para los horarios fijos y sólo los aceptamos porque es una forma de encajar en el mundo loco en el que vivimos ;)
      Momo es uno de mis libros de cabecera, nunca dejo de leerlo y adorarlo. En general Ende me parece un escritor muy profundo y sabio, como sólo alguien que hace libros para niños puede ser ;)

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  2. Los esotericos dicen que el tiempo no existe, pero no me convencen. Soy fanática de la puntualidad (gran error en América Latina) aun asi siempre me falta el tiempo y me desespera pensar que por desorganizada lo malgasto.

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    1. Uy amiga, eso de se puntual en AL se sufre, a veces uno tiene que aprender a no serlo por sanidad mental. Lo importante es que una decida que hace y como que quiere ver su tiempo :)
      Tú siempre eres divina.

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