lunes, 17 de agosto de 2009

Consejos de batalla


No entiendo esta tristeza, de verdad que no. A ratos me parece como un parásito que se lleva lo mejor de mí. Una cosa es que el mundo grite, brame, enfurecido, con ansias de hacerte caer y la otra es que tú mismo te dejes derribar. No tengo motivos para sentirme así, pero sigo poseyendo el derecho de sentirme como me dé la gana. ¿Llueven besos del cielo y yo uso paraguas? El autosabotaje es tan temible porque es fácil. Prevalecer ante los demás es demasiado sencillo, la ciencia se encuentra en salir airoso cuando uno es su propio enemigo. Las personas estamos siempre llenas de las más dulces contradicciones, aquellas que nos hacen únicos y le dan sabor a la vida. Es así como llegamos a desear algo que después nos da tanto miedo obtener. Se trata tan sólo de estirar la mano y tocarlo, de abrir el corazón y dejar que te invada con aquella fuerza que sólo los sueños tienen. Desde luego, decirlo siempre es mucho más sencillo que hacerlo. Es una batalla diaria, pero no pienso perder ante mí misma (sin importar si soy un digno rival). No tengo idea de qué pasará o cómo, sólo sé que al final siempre habrá valido la pena haber estirado la mano y abierto el corazón para tomar sin reservas aquello que la vida me ofrece.

Un verdadero guerrero siempre está orgulloso de sus cicatrices. No sólo porque son la memoria de una batalla superada, sino porque ellas son prueba de que logró sobreponerse al dolor honrando así aquello que defiende. Cuando la muerte venga a segar tu vida, siempre será mejor que te encuentre lleno de cicatrices y no de "hubieras". Todo consiste en tomarte unos momentos para respirar profundo, escuchar a tu corazón, abrir los brazos y dar un salto de fe. No es fácil, nunca lo será, pero aquello que es difícil es lo que al final te dejará el mejor sabor de boca. La vida es una batalla en todo momento y hasta el último aliento. Se trata de confiar en el destino, pero nunca en el azar. Al primero hay que buscarlo, merecerlo y forjarlo, el segundo, en cambio, sólo viene a ti para someterte a sus caprichos. Al final, sólo tú puedes decidir.

IMAGEN: Ryan Kazuya

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